Se acerca el final del año, un año que no ha dejado de ser complicado a nivel mundial por muchas razones y que no tiene la apariencia de mejorar sustancialmente. Vivimos tiempos difíciles, tiempos complicados, tiempos de desconcierto, de desolación, de falta de esperanza, tiempos de muchas muertes, de muchas enfermedades. Cuesta, o a veces a mí me cuesta, conectar con la esperanza en medio de todo lo que ocurre.
Parece un panorama desolador. Sin embargo, siempre hay una gota de rocío que puede saciar nuestra sed de algo más, siempre podemos encontrar un gesto que nos inspire a ser amables, podemos dar un paso adelante cuando alguien no puede más, tender una mano aún si alguien no está dispuesto a recibirla. Todo eso puede sonar solo a palabras, tal vez escritas con cierta gracia, pero solo palabras. Y como dice el dicho, «las palabras se las lleva el viento». Sin embargo, escribo desde la experiencia de los últimos 12 días, que no han sido de solo palabras, sino de acciones y decisiones. Han habido dos grandes procesos: Módulo 4 del proceso de auto transformación Radical Aliveness y el Taller Introductorio Radical Aliveness: «Hacer el bien sin mirar a quién» Ambos encuentros tienen cosas en común: se ha trabajado desde el enfoque de Radical Aliveness, lo cual supone que el cuerpo está profundamente involucrado y que el instrumento de transformación es uno/a mismo/a y los hemos liderado de forma compartida, Josée Martel y mi persona.
Han ocurrido tantas cosas dentro de esos salones al aire libre donde las personas se han permitido sentir, mirarse, ver y ser vistas, arriesgarse y compartir, decir su verdad y mirar el sistema como parte ineludible de nuestras vidas: pero no solo para describirlo desde el punto de vista experto sino para tolerar la incomodidad de ver como yo me veo en él, como las demás personas me ven dentro del mismo, de las cosas que proyectan y asumen de mi y como esta información aterriza en mi cuerpo, mi emoción, mis pensamientos y mi espíritu. Tal vez para algunas personas lo que escribo son solo palabras, palabras que se lleva el viento, que no tienen ningún sentido. Pero sé que otras personas entenderán muy bien lo que digo, en alguna más despertará la curiosidad. Somos muchas y muchos los que hablamos de que el sistema no sirve, que nos quieren controlar, que no incluye a determinado sector, que no tenemos acceso igual a lo que ofrece. Y también que el sistema es necesario y que ha permitido y provee un encuadre que nos permite funcionar.
¿Y qué hacemos en esta encrucijada? Mirarlo, sentirlo, vivirlo en la piel, en carne y hueso, de acuerdo a las condiciones de cada persona ha sido y es un gran reto, un gran desnudarse, una gran toma de conciencia. ¿Y qué hacemos con las tomas de conciencia? no nos dan de comer, no resuelven necesariamente todas nuestras incomodidades, a veces más bien las acrecientan. De pronto, tomar conciencia, es algo que no es «útil» mirado desde el plano individual, sino que incluye el colectivo, el grupo, las y los demás. ¿A quién le hago el bien? ¿Lo estoy haciendo para el otro u otra o para mí?
¿Cómo descubro cosas de mi comportamiento, de mi accionar, de mis decisiones, sin avergonzarme o sentirme culpable o más bien, tolerando esa vergüenza y esa culpa, no para castigarme, sino para saber que hay detrás de ellas, que es lo que no me permito sentir?
Trabajar en cambiar el sistema, implica necesariamente trabajar en mi, verme y saber como soy y como estoy dentro de ese sistema, El sistema no está fuera de mí, sino que yo soy sistema A veces soy víctima de él, pero también soy parte de él. Me oprime, me controla, me sostiene y yo como individuo, por mi socialización, por la gran cantidad de información internalizada de la que no tengo conciencia, lo sigo nutriendo y sosteniendo, a la vez que peleando.
Trabajar en el sistema y en el lugar que ocupo en él, cómo me atraviesa y cómo lo necesito a la vez que sufro su opresión, es incómodo y complejo. Hacerlo con otras y otros que se dan a la misma tarea es intenso, retador, complejo y no necesariamente se siente como un «final feliz». Sin embargo, necesitamos la conciencia, la conciencia profunda para entender que rol jugamos, porque cada uno tiene un rol, un lugar, un desempeño. Nadie falta, nadie sobra y cada quien tiene su propia tarea personal. Una sola persona no puede cambiar el sistema. Pero ser parte de la toma de conciencia y desde ahí accionar en mi vida cotidiana con esa conciencia, puede ir demoliendo esas partes del sistema que se han vuelto opresoras, esclavizantes, excluyentes, ciegas y dejar espacio para nuevas propuestas. Y aunque estas no sean perfectas, porque nada es perfecto en el plano humano, al menos cabe la posibilidad de que el ejercicio nos conecte con la sabiduría de saber que no podemos dejar de vernos , de mirarnos, como individuos y como sistema, que el ejercicio de «tomar conciencia» de quien soy y que lugar ocupo, es lo que permite minimizar la imperfección humana que impacta en lo colectivo de forma devastadora. El trabajo personal de sentir mi dolor, de reconocer mi socialización, de poner mis dones al servicio de otros y otras, de saber poner límites, entender múltiples perspectivas y de cuidar de mi misma/o, son necesarios.
A eso me dedico y me siento profundamente agradecida con la vida por ello y con todas las personas que deciden subirse a ese tren del trabajo de auto conciencia. Mientras las fuerzas me acompañen y sienta que es el camino, lo seguiré caminando con otras y con otros, para construir de forma compartida desde cada individualidad. Me ayuda a seguir conectada con la esperanza y con la humanidad.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Muchas Gracias, por acompañarme en todo mi proceso. No es fácil sentir todo el dolor que una anda por dentro, pero a la vez descubre otras formar de estar en la vida y de conectarse con la esperanza. Abracitos, Núria. Muy agradecida con vos y Josée por todo el viaje que realizamos en nuestro cuarto módulo.
Querida Alicia, gracias por tus palabras y tu trabajo personal. Sentir y recorrer ese viaje nos permite transitar a todas y a todos desde otros lugares
Mi vida no tiene sentido si no hay alguien más con quién compartir las cosas buenas y malas y hasta la soledad. Aprender a vivir con otras personas es un arte.
Gracias Sandra. Que bueno tener comunidad, comunidad como espacio seguro en el que compartir . UN abrazo y hasta pronto